viernes, 28 de junio de 2013

Conflictos humanos lejanos

Tengo la costumbre de leer medios como Rebelion.org para informarme de conflictos que suceden en el mundo y doy por un hecho que es una buena práctica. Lo impresionante es que me puedo indignar, sufrir o alegrarme con hechos lejanos, pero ¿para qué?

Algunos de estos problemas suceden en contextos tan distintos al de mi Cartago como el Medio Oriente: la guerra civil en Siria, las primaveras árabes o el conflicto Árabe-Israelí. Otros idiomas, otros climas, otras gentes. Personas con otra historia y otra geografía, pero que han sufrido verdaderos dramas humanos.

Una primera explicación podría ser eso de que “hombre soy, nada humano me es ajeno” de un romano que vivió hace ratillo. Es decir, me pueden preocupar todos los acontecimientos que involucren humanos. Solo que sería una tarea inacabable enterarse de todo lo que le ha pasado y sigue pasando a la humanidad, por lo que hay que ponerles prioridades. Hasta suena mal decirlo, pero creo que no podríamos tener presente todos los dolores humanos del mundo.

En 2011, las y los españoles –especialmente el sector joven- se manifestaron contra todo: contra el alto desempleo, contra sus gobernantes, contra el sistema político en general. Y no solo eso, también se reunían en asambleas para discutir qué se podría hacer al respecto. Estos hechos me ilusionaron mucho, pude soñar con personas que estaban a un océano de distancia, aunque a mi alrededor pocas personas estuvieran al tanto de lo que allá pasaba.

Se podría decir entonces que es importante saber de acontecimientos lejanos para aprender de esas experiencias y sacarle provecho para mejorar mi propia realidad. Lo cual aplica de manera clara para este caso y quizá para la primavera árabe al ver cómo otras personas se han manifestado contra injusticias. Pero no aplica para todo.

Así, también he llegado a saber sobre la guerra entre Azerbaiyán y Armenia por la región de Nagorno-Karabakh (que en la práctica es una República separada). El conflicto costó 30 mil vidas entre 1992 y 1994, año en que se pausó el enfrentamiento abierto. Sin embargo, la disputa sigue allí y la población de esa región la pasa mal.
República de Nagorno-Karabakh controla zona clara y reclama la anaranjada (imagen Wikipedia).

Hasta yo me sorprendo de llegar a leer de problemas tan lejanos y tan poco mediáticos, de esos que hay que usar un mapa porque todas las referencias de lugares son desconocidas. (Acá hay un poco más de información sobre el conflicto). Como decía, es poco claro cómo sacar provecho para mi realidad el saber qué pasa con las personas de Nagorno-Karabakh.

Además, también es egoísta pensar en problemas lejanos solo por buscar cómo mejorar mi situación. El problema es que tampoco hay mucho que desde mi país pueda hacer por ellos, de ahí que sienta impotencia al leer de esas noticias. 

La globalización es la que pone de cerca problemas tan distantes debido a la facilidad de circulación de la información que ha permitido. Tanto para grandes cadenas que ven por intereses conservadores como AFP, EFE o CNN, como para medios con cara humana como IPS, Periodismo Humano o Rebelion.org. Medios que al menos intentan darle la misma importancia a todos los sufrimientos humanos similares.

Irónicamente, son medios que denuncian las dolorosas consecuencias de la globalización que también les permite funcionar. Es la contradicción que está en todo producto humano.

Hay una trampa en querer sacarle a todos los conflictos lejanos aprendizajes para mejorar la realidad cercana y es sobredimensionar los problemas propios. Por ejemplo, se habla de los problemas de la destrucción de la Naturaleza por la expansión de la mancha urbana (el crecimiento de las ciudades) o el aceleradísimo ritmo de vida actual. Sucede en Costa Rica, pero es a una escala pequeña si se compara con ciudades como Londres o México D.F.

Sí, pueden servir de guía de lo que se quiere evitar llegar a ser, esquivar las tendencias que nos podrían llevar a esos problemas.

Pero, como no podemos estar igualmente preocupados por todos los problemas, es necesario hacer un balance entre los conflictos lejanos y la realidad más cercana en la que podemos actuar de manera más directa.

Por ejemplo, la pobreza en Costa Rica afecta a una de cada cinco personas desde hace más de 20 años. También los pueblos indígenas han sido marginados, humillados, apartados del desarrollo nacional desde… desde siempre. Son problemas cercanos geográficamente, pero se sienten tan distantes… Quizá porque no aparecen en los medios nacionales como sí lo hacen los árabes y otros pueblos. No forman parte de la agenda noticiosa, de lo que nos dicen que deberíamos preocuparnos.

Parece entonces que habría que darle prioridad a aquellos conflictos sobre los que podemos actuar.

Drama humano de cruzar Gibraltar (foto AP en Periodismo Humano)

Pero tampoco podemos olvidar dramas humanos que suceden alrededor del mundo, como el drama en el Estrecho de Gibraltar. Son personas africanas que intentar cruzar de Marruecos hacia España a través de un turbulento paso en el mar entre los dos continentes donde muchos y muchas dejan la vida. Seres humanos intentando entrar a una Europa xenofóbica hasta en balsas de juguete para buscar mejores condiciones que en sus explotados países. Tampoco salen mucho en los medios y hay que buscar la información. No se le puede dar la espalda a estos problemas.

Nos toca buscar un balance entre preocuparnos por temas globales y más locales: esto es un punto de partida. Aunque no tengamos muy claro para qué sirve muchas veces estar enterados y enteradas sobre conflictos lejanos. Quizá porque todos somos humanos y humanas, una sola familia que se debería cuidar, que al menos debería interesarse por sus miembros, algo como lo que dijo el romano. Quizá también para aprender de otras experiencias y mejorar nuestras realidades cercanas. Por último, y de esto estoy convencido, para actuar cuando se pueda, como en los casos más cercanos.

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