sábado, 11 de mayo de 2013

Alimentarse es más que meterse comida a la boca

Alimentarse es más que meterse comida a la boca. Es una actividad completamente social, parte de la identidad que mantenemos como humanos.

La idea viene al caso porque estoy planteando varias reflexiones para pensar en una sociedad que impacte lo menos posible a la Naturaleza, una sociedad austera.

Quiero criticar una posible solución que deje de lado lo social. Algo así como "biologisista".

Porque una solución para diseñar la sociedad más austera podría ser averigüar cuáles son las necesidades más básicas, biológicas, del ser humano para sobrevivir. Luego, ver cómo saciar estas necesidades con la menor cantidad de recursos posible.

Pensemos en una de esas necesidades básicas: alimentarse. Una persona del campo de Nutrición Humana se da a la tarea de descubir el mínimo biológico de proteínas, carbohidratos y demás que ocupa un ser humano para sobrevivir.

Para empezar, necesitaría saber el tipo de actividad que realiza la persona. La dieta que le diseñe dependerá de si es, por decir ejemplos extremos, del tipo casa-vehículo-oficina o más bien es atleta profesional. No podría indicarsele la misma dieta a ambos.

Esta primera crítica, todavía desde el punto de vista biológico, muestra que una dieta universal fracasaría por la diversidad de vidas cotidianas de los y las humanas. Tampoco todas y todos tienen acceso a los mismos alimentos, lo que le complicaría la tarea de la o el nutricionista mencionado.

Segundo, y esto es lo que me parece más relevante, alimentarse está recubierto de significados y de rutinas, de qué le quiere decir una persona al mundo cuando come. Igual que cualquier otra necesidad humana. Es más que meterle comida al cuerpo para cumplir un mínimo que el cuerpo exige.

La idea la tomo de Néstor García Canclini, antropólogo. Es parte de la identidad lo que se elija al comer: transnacional (almorzar en un McDonalds con un grupo de amigas y amigos), una cena familiar, mostrarse de la clase pudiente o pretenderlo (restaurante italiano exclusivo), la soda del pueblo o la comida de la propia casa.

Para pensar cómo una sociedad podría gastar lo mínimo posible, hay que descartar este tipo de mínimos que dejarían de lado lo social. No se puede centrar en cuánto es lo que biológicamente necesitamos, porque dependería de la peculiaridad de cada individuo y porque, socialmente, las necesidades van más allá que eso.

Como se ve, una solución biologisista necesitaría imponer esa dieta mínima y quitarle a la gente la identidad en el comer, algo inaceptable.

No por impactar menos a la Naturaleza vamos a pensar una sociedad donde se viva mal. Una sociedad austera tiene que permitir estas manifestaciones de diversidad humana.

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